Mi fe es la de un niño de cuatro años. Creo que Dios realmente está allá arriba en el cielo. Y junto a él no solo está Jesús, sino también todos mis ángeles guardianes y santos. Todos están allá arriba ahora, cuidándonos y protegiéndome también a mí. Y me siguen enviando pequeñas señales para demostrármelo. Otra cosa en la que creo firmemente, y algo que hablé con mi padre antes de su muerte: hay risas en el cielo.
Hace poco caminaba cerca de la estación principal de tren. Había sido un día agotador, durante el cual muchas cosas no habían salido según mis deseos y expectativas. Así que estaba de mal humor y decidí comprarme un pequeño menú para la cena en la estación.
Cuando llegué, había un caos bastante grande, propio de mi día. Al parecer, el sistema de pedidos se había estropeado y las comidas se entregaron de forma totalmente incorrecta. La mayoría de los clientes tuvieron que esperar mucho tiempo hasta que finalmente recibieron su pedido correcto. Como no se podía pedir a distancia, fui al mostrador, donde la cajera ya estaba completamente confundida. Me preguntó apresuradamente si quería un jugo con la comida. Negué y respondí: “Solo un refresco, por favor”.
Cuando pagué y la cajera se dio la vuelta, pensé: “¡Rayos! Hubiera preferido un jugo”, y me preparé para decírselo. Pero luego volví a pensar: “No, mejor no se lo digo, porque si no, el caos empeorará y podría traerme la carne equivocada. De todas formas, no es tan importante. Claro, prefiero un jugo ahora mismo, pero solo tomaré un refresco”.
Me senté cerca de la cajera a esperar pacientemente mi pedido mientras el caos continuaba. Seguía de mal humor y el hambre aumentaba poco a poco. Pero finalmente, llegó la hora. Después de que me sirvieran algunos pedidos incorrectos, finalmente llegó mi turno y recibí mi comida. Regresé a mi mesa, dejé la bandeja y me senté. Al empezar a comer, miré mi bebida para poner una pajita. Y entonces me di cuenta: era un jugo.
¡Mantén el buen humor!
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Vienna Calling 